Esto es lo primero que deberíamos preguntarnos antes de parar a ver si tenemos o no empatía.
¿Sabemos qué es realmente la empatía? ¿Somos empáticos o simpáticos? Si soy simpático, ¿para qué ser empático?
Cuando utilizamos este término tan actual en nuestro día a día, muchos de nosotros confundimos el hecho de saber colgarnos su mochila, con el hecho de sonreír y no poner mala cara, que tal y como estamos acostumbrados a comportarnos en los últimos tiempos de prisas y estrés, no está nada mal que alguien te regale una sonrisa, gratuitamente. Pero este gesto no es sinónimo de empatía, la empatía va mucho más allá y vamos a pasar a examinar en qué consiste, qué aporta y cuándo emplearla.
¿Qué es la empatía? Es la capacidad de ponernos en el lugar del otro, como antes hemos señalado “colocarnos su mochila”, “andar con sus zapatos”, saber lo que otra persona siente, incluso saber lo que esa persona piensa.
"La empatía va mucho más allá de saber lo que el otro siente "
Con la empatía no se nace, la empatía se hace, se crea, se educa, se aprende, se forma. Como otras muchas habilidades sociales, debemos desarrollar nuestra capacidad de entender al contrario, de ponernos en su lugar, de entenderlo y comprenderlo; dentro de esto, y tomando como base que cada uno desarrolla sus habilidades sociales de una forma u otra, cada persona tendrá un nivel de empatía diferente. La gran diferencia entre los grandes y los mediocres está en la actitud, en la manera de ser de cada uno, esto se educa, se crea, se forma.
Hay personas con una mayor capacidad de empatía, estas son aquellas personas que saben interpretar a los demás, que son capaces de captar información sobre la otra persona analizando sus palabras, unido a su tono de voz, a su expresión, su postura, etc, en definitiva, con el lenguaje no verbal. Analizando estos factores, hay personas que tienen la capacidad de saber lo que está pasando dentro de ellas, lo que están sintiendo.
Por esto, teniendo en cuenta que los sentimientos y las emociones son reflejo de lo que pensamos, se puede deducir lo que esa persona siente y lo que piensa, muchas veces esto lo realizamos de forma inconsciente.
Lo primero a saber a la hora de analizarnos como empáticos o no es ser conscientes que los demás pueden sentir y pensar de modos similares a los nuestros, pero también diferentes, es más, nos encontraremos en mayores ocasiones ante personas opuestas a nuestros pensamientos que con estos en común. La persona empática nace desde el respeto a la diversidad en primer lugar.
Atendiendo a la premisa inicial que una persona empática no nace si no que se hace, debemos saber que una persona puede aumentar su capacidad de empatía observando con detalle a los demás mientras hablan, con la escucha activa, respetando, comprendiendo, mostrando interés, haciendo de su historia la nuestra, esforzándose por ponerse en su lugar y analizar lo que siente.
Para ello, hay que dejar a un lado, escucharnos a nosotros mismos, prestar más atención a lo que nos cuentan que a lo que decimos.
La empatía, va mucho más allá de saber lo que el otro siente, además, conlleva la capacidad de responder de una manera apropiada a la emoción que la otra persona siente y expresa.
Cuando una persona está centrada en sí misma, en satisfacer sus deseos y en aumentar su propia comodidad, difícilmente se pueda preocupar de lo que sienten los demás, por lo que, imposible que tenga una respuesta empática ante ellos. Y esto lo vemos y hacemos a diario, la falta de empatía puede verse a menudo.
Ejemplos sencillos y cotidianos como ese hijo que muestra con ilusión a su madre un “garabato” impreciso al cual su padre/madre responde con un: “mmmm”, sin darse cuenta de la decepción que conlleva en ese niño/a.
Esa pareja que llega a casa cansada de trabajar, sin apreciar que su media naranja está en la misma situación, o, incluso, en las reacciones que las personas muestran ante el calentamiento global, indiferentes al medio ambiente, porque considera que ya cuando el desastre suceda, no estará en este mundo para sufrirlo.
Evidentemente, son muchos los factores que influyen en el nivel de capacidad empática de cada uno: la relación que nos una a la otra persona, el grado de cansancio, la predisposición comunicativa, el interés que despierte en nosotros la problemática que nos cuentan, etc. Entonces, ¿cuándo somos empáticos, que no simpáticos?
- Cuando sabemos escuchar y comprender
- Cuando estamos con alguien que tiene un problema y sabemos sacarle una sonrisa.
- Cuando utilizamos cortesía y delicadeza a la hora de expresarnos ante un conflicto ajeno.
- Cuando mostramos interés mientras nos cuentan algo.
- Cuando no hacemos un comentario que, de antemano, sabemos que va a molestar.
- Cuando somos capaces de calmar a los demás, aportando soluciones y no acalorando.
No seremos por tanto empáticos (aunque alardeemos de lo contrario) cuando:
- No escuchemos a los demás, pensando en nuestras cosas porque las vemos más importantes.
- Cuando juzgamos sin saber.
- Al hacer comentarios que hacen daño y somos conscientes de ello.
- Cuando todo lo que hacemos es esperando algo a cambio.
De todo esto, podemos extraer que la empatía es una habilidad social que debemos poner en práctica, nos permite comprender a los demás y así entender el comportamiento de estos según el caso, pero, como todo en su justa medida y sin llegar a los excesos, puesto que un exceso en el uso de la empatía puede ocasionar un factor negativo, este es que descuidemos y desconectemos de nuestros propios sentimientos y conflictos. No podemos llevar siempre la mochila ajena y dejar a un lado la propia.
Aún así, regala sonrisas, abrazos, palabras bonitas… lograrás el éxito en tus acciones, es imposible triunfar en la vida sin utilizar la empatía, es la base de las relaciones positivas y satisfactorias.
Hay que aprender a ser agradecidos, a marcarnos metas, crearnos ilusiones, motivarnos para conseguirlas y hacerlo mediante las habilidades sociales que se nos prestan.
La empatía, como cualquier otra habilidad social, si no la practicamos, no servirá de nada desarrollarla, podemos aprender a ser alegres, a tener actitud ante las adversidades propias y a comprender las ajenas con ella.
Ana Gracia García Bravo.
Profesora Formación y Orientación Laboral y Relaciones en el Entorno de Trabajo
Formación relacionada con el artículo: FP Integración Social o FP Integración Social a Distancia