En este Máster conocerás una perspectiva actualizada de la mediación familiar adaptada a diferentes contextos
El proceso de mediación en conflictos, especialmente en el ámbito familiar, es un escenario complicado, donde las partes enfrentadas parten de una situación de hostilidad. Por ello, es preciso que el mediador sea capaz de gestionar emociones para que los participantes puedan llegar a un acuerdo que beneficie a todos.
Estas estrategias de gestión emocional se abordan en el Máster en Mediación Familiar y Resolución de Conflictos y comienza por la generación de un clima de confianza donde las partes participantes se sientan libres de expresarse, favoreciendo el diálogo y la empatía mediante una comunicación asertiva.
La gestión de emociones es un pilar básico de la mediación, ya que los estados de ánimo pueden influir en el manejo del conflicto, condicionando el comportamiento tanto a nivel intrapersonal como interpersonal. Asimismo, la misión del mediador es detectar este tipo de sentimientos y modularlos para que no afecten al proceso.
El mediador podrá detectar los sentimientos de los mediados en diferentes aspectos como la postura corporal, la expresión facial, el tono de voz, la gesticulación o incluso la respiración, ya que muchas veces lo que transmiten las partes de manera verbal no se corresponde con lo que demuestran con su expresión no verbal.
En este proceso, el profesional también deberá llevar a cabo la gestión de emociones consigo mismo, ya que los estados de ánimo de las partes pueden afectarle, así como las propias emociones que experimenta en el momento de la mediación. Al fin y al cabo, el mediador es una figura neutral que no manifiesta su opinión en el proceso, sino que trata de que las partes lleguen a un acuerdo de manera autónoma mediante el diálogo.
Cómo gestionar emociones en situaciones de conflicto
Aunque las situaciones de conflicto no tienen que venir provocadas únicamente por sentimientos, la gestión de emociones es clave para favorecer el desarrollo de la mediación y conseguir llegar hasta una decisión que sea favorable para las dos partes.
Para poder gestionar emociones de forma efectiva, el mediador deberá fomentar la escucha activa entre los mediados, dándoles la oportunidad de validar su posición en el conflicto y avanzando así hacia un estado de calma y confianza. Una vez alcanzado un clima de diálogo, los profesionales deberán ir analizando las emociones que se van desarrollando para poder controlarlas.
Asimismo, se puede observar que emociones positivas, como la alegría o la gratitud, pueden favorecer respuestas que avancen hacia la conciliación, mientras que los comportamientos negativos, como el miedo o la envidia tienden a generar situaciones competitivas e incluso a desarrollar conductas de dominación.
Con el objetivo de gestionar emociones negativas, el especialista debe crear un contexto emocional, apelando a los vínculos afectivos entre los mediados a fin de suavizar estos sentimientos y avanzar hacia un acuerdo. Para ello, deberá valerse de sus conocimientos en el ámbito de la inteligencia emocional, favoreciendo la empatía, asertividad y autoconciencia.
Algunas herramientas que favorecerán la gestión de emociones en la mediación serán el uso de metáforas, el manejo efectivo de los silencios o el sentido del humor para reducir tensiones, creando una situación de mayor armonía entre las partes que conlleve una resolución pacífica y equitativa del conflicto.