FP Sociocultural

Cómo inculcar competición y compañerismo a los niños

Por Manuel Ávila Romero
dos niños compitiendo y jugando

El espíritu de la competición no implica ser extremos

En este país, tenemos la mala costumbre de ser de extremos, o eres del Madrid o del Barcelona, de Nadal o de Federer, de derechas o de izquierdas… Por supuesto, en la educación física, esta tendencia se repite, y eres defensor a muerte de la competición, o de la cooperación y el compañerismo. Nunca he entendido esa radicalidad al pensar, esa manía de anclarnos a una opinión y corriente sin escuchar otros argumentos, para al menos, ver lo positivo, que ofrece la otra postura.

 

[ESTUDIA TÉCNICO SUPERIOR EN EDUCACIÓN INFANTIL EN MEDAC]

Pongamos un ejemplo: desde el mundo del deporte , de donde vengo, cualquiera que entienda mínimamente de tenis, sabrá, que la potencia física y sobretodo,  la fortaleza mental de Nadal, le han hecho uno de los mejores tenistas de todos los tiempos. Pero si para ensalzar a Nadal, tengo que negar la excelencia técnica y la plasticidad de movimientos de Roger Federer, es que no se ver mas allá de mi simpatía con Nadal por ser español, y eso, me convertiría una persona mediocre y mezquina, a no ser claro está, que no entienda nada de tenis, en cuyo caso supongo que tendría excusa.

Los detractores de la competición argumentan, que vivimos en un mundo excesivamente competitivo,  y que incentivar esa competitividad desde edades tempranas, empeora nuestro futuro y el de nuestros pequeños, ya que siempre que hay competición, existe un vencedor y uno o muchos vencidos. Esto a su vez, genera en los pequeños un gran estrés y ansiedad para poder acceder al status de ganador o por no perderlo, otro de los daños colaterales es la baja autoestima o depresión de los que siempre pierden.

img compañerismo o competencia

 

Por otro lado, los detractores de la cooperación entienden, que para obtener los mejores resultados, la competición es buen camino, ya  que nos empuja a superarnos continuamente, y es un elemento motivador único. En la vida se gana y se pierde, por lo que entienden, que educar a los niños para no perder nunca, no ayuda a forjar su carácter para lo que les espera mas tarde, dando como resultado personas de carácter débil, no aptas para la competición deportiva, ni para un día a día plagado de adversidades.

¿Tú qué opinas? ¿Eres de “Kas limón” o de  “Kas Naranja”?

Mi opinión personal es que en realidad, la mayoría de las situaciones a las que nos vamos a enfrentar en la vida, requieren de interacciones con otras personas, y que ciertamente, la educación debería de empezar a poner más énfasis en promover la cooperación  y el compañerismo desde edades tempranas. Pregunten a los directivos de las empresas o a los encargados de personal, acerca de la importancia de la inteligencia emocional, la cooperación y el compañerismo con grupos de trabajo para triunfar en el mundo empresarial.

Pregúntenle a Claudio Ranieri acerca de la importancia del trabajo en grupo y el compañerismo para conseguir una gesta histórica, como ganar la Premier League con el Leicester en el 2016, con una plantilla diseñada para no descender de categoría. Dicho esto, os confesaré un secreto, adoro la competición, pero no la competición que normalmente veo, dónde lo único que vale es el resultado, sin importar, si tienes que fingir una falta, lesionar a un contrario o desprestigiar y dañar a un compañero, con el que compito por ser titular.

Competición innata de cada uno

Yo creo en la competición innata de cada ser humano por ser mejor cada día, creo en la competición de los orígenes del olimpismo griego donde el Areté o la búsqueda de la “excelencia-virtud”, harían imposibles las conductas no deportivas que describí en el párrafo anterior.  La virtud por supuesto, incluye principios como el HONOR o la JUSTICIA, imaginaros competir en una carrera con personas lesionadas, que parten con unas muletas antes de empezar la carrera. ¿Os sentiríais honorables al ganar esa carrera? ¿Os sentiríais virtuosos? Pues esto sucede cada día en el deporte, con aquellos que pagan costosos doping, que van un paso por delante de las tecnologías para medirlos, o los que fingen un penalti o una agresión con el único fin de ganar.

¿Cuántos de vosotros habéis mirado a otro lado, cuando vuestro equipo ha ganado por un penalti injusto o por la expulsión de un rival a raíz de una agresión fingida? Sin embargo ¿Cuántos de vosotros os habéis escandalizado al ver como personas hacen cualquier cosa para conseguir poder o dinero? Señores y señoras, el problema no es la competición o la cooperación, el problema del deporte, de la educación, de la sociedad o de la política es la ausencia de VALORES, en negrita y mayúsculas. Cuando los valores no rigen al ser humano, las actividades que desarrollan se pervierten, y ésta es la razón por la que se ha demonizado la competición, la misma razón por la que la sociedad se pudre…  solo importa el éxito, solo vale el fin, sin ponderar los medios, y esto se inculca erróneamente como algo establecido, y sin posibilidad de cambio.

En realidad, competición y cooperación son un todo casi indivisible

Cuando un equipo lucha por un objetivo común, está cooperando y uniendo sus fuerzas. Pero ese trabajo en equipo, es la unión de multitud de competiciones realizadas con (No contra) uno mismo, con (No contra) sus compañeros de entrenamiento, y alentadas por la superación de un adversario, no de un enemigo.

En muchas de las culturas orientales el adversario es considerado un maestro, ya que nos hace ver nuestros puntos débiles, y nos enseña el camino para mejorarlos y ser deportistas, o personas más completas y mejores. Este concepto también existía en la antigua Grecia, donde se admiraba a los rivales, se reconocía su superioridad, y se le rendían honores, ya que un rival de altura hace grande la disputa, y te hace grande a ti.

Cuando pensamos en competir, solemos olvidar muchos de los deportes individuales ¿Contra quien compite un alpinista durante sus largas horas de extremo esfuerzo para coronar una cima? ¿Está compitiendo?  No nos engañemos, el deseo de mejorar, de probar nuestros límites está en todos nosotros, viene en el ADN humano, nuestra función como maestros, entrenadores y educadores es incentivar ese deseo y reconducirlo de forma positiva. Esto, se consigue viendo al enemigo como un maestro del que aprender, y al reconocer sus méritos, como una fuente de inspiración para mejorar y ganar en la siguiente competición, que no es más, que otra oportunidad para medir nuestro nivel. Esto se consigue inculcando valores, como el esfuerzo, la honradez, la justicia o el honor…

Al niño no lo educa un indio, al niño lo educa la tribu y esa tribu hoy día es global.

Ya no bastan los padres y la función del Técnico Superior en Educación Infantil a distancia, ahora el peso de la televisión internet o prensa son muy fuertes y es nuestra obligación ser esa persona que queremos encontrarnos por la calle, ser un ejemplo, para nuestros pequeños y semejantes, y exigir que los deportistas de élite (por poner un ejemplo de persona influyente) lo sean. El ser humano imita lo que ve para sentirse parte aceptada de un grupo, porque no lo olvidemos, el ser humano es un ser social, y saca lo mejor de si cuando se funde en un grupo, y siente que este grupo, lo protege, y da todo por él. De la misma forma que él, protege, y da todo por ese grupo. Si sois deportistas, y habéis tenido un equipo de verdad, sabéis de lo que os hablo.

Hace unos meses leí un artículo de David Jiménez “Nadalizar España” que me encantó, y os recomiendo. ¿Os imagináis una sociedad con una filosofía de vida y unos valores, que rijan las acciones de sus ciudadanos, similares a los que el original deporte olímpico, propone? La educación y especialmente el deporte tienen ese potencial de cambiar el mundo a mejor, y quizás, vosotros tengáis la suerte de formas parte de los privilegiados, que estáis en contacto con uno de esos dos mundos.

No es casualidad, que os empezara hablando de tenis y no de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. Rafa Nadal encarna muchos de los valores e ideas expuestas anteriormente, y es un ejemplo de deportista para seguir, uno de esos que es capaz de reconocer lo grande que es su adversario, uno de esos que lo admira, uno de esos que es capaz de admitir, que su rival se merece más ganar una final, y que al día siguiente fue a entrenar duro para conseguir ser merecedor de ganar la siguiente.